Leí hace agun tiempo que, en el camino hacia la cultura libre, requeríamos de la muerte del autor. En el artículo, los/-as cultores/-as de Sursiendo nos hablan del endiosamiento de quien se abroga la autoría de algo y su negación al hecho, prácticamente irrefutable, de que la cultura es hija de la remezcla e interpretación.
Sin pretender defender ese endiosamiento del/-la autor/-a, debo confesar mi casi absoluto convencimiento de que si bien es cierto que no somos dueños/-as de lo que pensamos como un producto genuinamente único y de nuestra propiedad, el reconocimiento de aquellos/-as de quienes hemos bebido (y a veces regurgitado también, por qué no) conceptos e ideas, es absolutamente necesario.
Para mi cada día es más evidente que el reconocimiento explícito del origen de los términos que usamos porque los hayamos bebido de otros/-as permite su trazabilidad y, sobre todo, habla de nuestra honestidad intelectual.
No pretendo esgrimir aquí argumentos morales, apenas decir que, en medio de esa evidente y notoria remezcla de la que somos objeto y también sujeto, es evidentemente necesario, reconocer cada uno de los pliegues de los cuales se configura aquello que vamos siendo, intelectual y socialmente.