El término neutralidad tecnológica ha sido introducido en el debate sobre el software de código abierto en los últimos años de la mano, precisamente, de las compañías (o la compañía) que en distintos ámbitos tienen, para su beneficio, el monopolio sobre el manejo de los servicios de software, lo cual se convierte en un tema verdaderamente crítico en el caso de los servicios prestados por las estructuras estatales pues entuba las preferencias de software no sólo de dichas estructuras sino también de los ciudadanos, limitando no sólo sus posibilidades tecnológicas sino, incluso, las de aprendizaje.
El argumento de las empresas con monopolio de software es, básicamente, que la llamada neutralidad tecnológica se garantiza no emitiendo normativa alguna que establezca condiciones que deberían requerir los paquetes de software para ser utilizados en aras del interés público, es decir, si no se alteran las condiciones del libre mercado que permite la “libre” concurrencia de todas las alternativas ante los usuarios. La idea de libertad aquí es discutible, pues bien sabemos que esa libre concurrencia sólo es viable para las empresas con un soporte de marketing mucho más diversificado.
Lamentablemente para el debate, gente de algunos gobiernos (1), e incluso algunos de los que se declaran partidarios de herramientas de software libre (2) y (3), en ocasiones caen en la discusión -quizás absurda- sobre la neutralidad en la tecnología, llegando a argumentar -quizás sin saberlo- a favor del enemigo y cediendo espacio para que, de nuevo, un tema tan importante -por radical, es decir básico- sea trivializado en medios digitales e impresos. Sin embargo, algunos otros y también aquí, se han dedicado a desmenuzar el contrasentido que encierra que sea, precisamente una empresa como Microsoft, con un control cercano al 90% del software que se ejecuta en los escritorios de las Administraciones Públicas de algunos países, la que hable de la necesidad de una neutralidad tecnológica.
Yo creo que la pérdida de mercado dentro de los monopolios establecidos -o al menos esa amenaza- es lo que ha levantado este debate en el empeño de algunas administraciones por generar instrumentos legales que posibiliten una suerte de discriminación positiva hacia la alternativa que, entre otras y con mucho, permite a los usuarios tener un mayor número de posibilidades no sólo de uso sino también, y quizás más importante aún, de aprendizaje tecnico y social.
“Neutralidad tecnológica es un oximorón” Esto es, quizás y sin ser nuevo, lo más certero a lo que he podido tener acceso con respecto al tema. Definitivamente, como dijo Melvin Krazenberg: “La tecnología no es ni buena ni mala. Tampoco neutral” y esto es válido para buena parte de las actividades que nuestro quehacer social comporta, en tanto que la tecnología a devenido en hecho social.
(2) ¿Por qué la administración pública debe usar software libre?: la neutralidad tecnológica
(3) La balanza del Estado en el uso de las tecnologías