Ligia sería, en palabras de Jacqueline Clarac, una piedra del páramo merideño.
Supe de ella hace años por un trabajo anterior donde yo gestionaba proyectos de ciencia y tecnología en una institución pública del Estado, y ella trabajaba junto con algunas de mis compañeras de oficina.
Pero apenas hace unos días, la vida me regaló la oportunidad de ver, a esa hermosa piedra, florecer en vitalidad y sabiduría ante mis ojos.
Asistí, junto con compañeros de trabajo a una recuperación de nacientes. Esun trabajo que hacen los más de 80 comités de riego del Municipio Rangel desde hace varios años. Dos veces al año se acude a las nacientes a hacer una siembra de plantas para recuperar el verdor natural del lugar. Tuvimos el privilegio de sembrar niquitaos, fresnos, acacias y otros para garantizar que el ciclo del agua se cumpla. Misticaquí, donde sembramos, está a unos 3kms de Misintá. Misintá tiene para mi una historia breve de cuando comencé a estudiar desarrollo endógeno y tratando de hacerlo en práctica con productores de distintos municipios de Mérida. Había visto cómo en Misintá se levantaba, pese a obstáculos de instituciones, un invernadero y un laboratorio para vitroplántulas de papa. En esta visita de campo pude ver ese espacio ya apropiado por la comunidad y el laboratorio en funcionamiento. Pude ver, siete años después, a los productores que entonces se debatían entre la impotencia y la frustración y encontraban cómo abrir ventanas para escapar de encerronas burocráticas terribles y perjudiciales para todos. Para la patria.
El ritual de siembra de árboles, estuvo precedido por un momento íntimo de entrega de agradecimientos de “llevar y tomar” que se nos regaló para abrirnos en agradecimiento y sinceridad a conocer del lugar.
Regresamos a la sede de PROINPA y comenzamos a nutrirnos con la insondabe sabiduría de Ligia y su experiencia vital.
“Lo primero que tienen que aprender es montar a caballo
Díganle un poema erótico a los hombres”
“yo conquisté a los hombres de aquí con un poema. Esta es una cultura machista porque el hombre aquí es el que manda. El que mandaba, ya no! (risas). Un productor al fondo dice: “lavo, plancho y cocino” y Ligia dice “lava, plancha y presta la batea” (risas)
Ligia nos contó del poema que decía a los campesinos del páramo cuando iba a trabajar con ellos. Ese poema habla de reconocer al hombre como dotado de un señorío vital en el páramo y le otorga, en metáfora pero también en práctica la propiedad y gobierno sobre todo lo que está allí a disposición desde la naturaleza para ser utilizado por los habitantes.
“yo traía un acento maracucho porque estuve 28 años en la parte educativa en Maracaibo, regresé a mi tierra. Allá trabajaba en la laguna de sinamaica con los wayuu… enseñábamos a los wayuu a cómo tener flores en los palafitos, a sacarles los piojitos… otras cosas, enseñarles a hacer comida porque comían sólo yuca con arroz, y entonces ver cómo hacían cosas con el quinchoncho. El hombre paramero es muy honorable, muy decente, muy colaborador, respetuoso, con ganas de conocer lo nuestro. Por eso les inventé un poema. Entonces, cuando conocía un comité de riego nuevo, les recitaba el poema y les decía “voy a recitarles un poema para que me conozcan con un poema”
El gran varón
Eres en partes, como el universo
creador, limpio, un gran varón
con perfume de montaña,
con esencia a frailejón
refrescante como la neblina
con olor a tierra buena
Con pureza en el alma
y con amor en el corazónCómo quisiera ser el amor de tus amores
para amarte como ama
el cielo a las estrellas
el sediento al agua
y el amanecer al solPero solamente puedo
contemplarte de lejos
y pedirle a Dios que de lo mejorSigue siendo el gran señor
humilde, bondadoso y trabajador
recibirás muchas bendiciones
de ese gran creador
y de esta mujer que te ama
con su inmenso amorLigia Parra
Debo reconocer que el feminismo que me habita como mandato vital y consciente desde hace algún tiempo, se confronta con la estrategia de Ligia, de reconocer el machismo que la rodea pero usarlo como parte del modo de habilitar ese poder para el trabajo colectivo. Por eso nos llama a hacer(nos) poesía, porque desde la poesía a conquistado a los hombres del lugar (sus 3000 amantes) con los que ha debido lidiar para fortalecer su trabajo de recuperación de nacientes en el páramo merideño.
Como piedra que desde las montañas emana para contarnos verdades absolutas de la vida. Ligia nos cuenta que el uso de la tierra supone una la lucha permanente frente a la conciencia de la necesidad de preservar la madre naturaleza de los abusos y ataques del ser humano por su explotación indiscriminada. Eso lo supo desde muy pronto llegada al Páramo merideño desde Maracaibo. Su renuencia inicial a involucrarse en actividades del Comité de Riego como Supervisor de Ambiente en la zona, transmutó en compromiso con la pachamama apenas unos días después de aceptado el cargo. Compromiso que respeta y honra, desde la atadura con cuentas de colores de la base de su cuello, hasta sus obras diarias. Desde 1999, cuando unos campesinos vieron su laguna morir, y encontraron en esta buena mujer, devenida en supervisora por circunstancias de la vida que no buscó, comenzó su indagación sobre el modo en que podría revertirse el terrible daño causado. Reconoció no saber cómo hacerlo, pero que pese a ello, se animó a idear un método de resguardo y recuperación de flora en cabeceras, cerćandolas para su protección de tránsito de animales, y tapando con chamizos el forraje del lugar, durante el inicio de su crecimiento.
Ese cuidado y mimo de la naturaleza, la ha repetido, en compañía de productores que piden su visita, en los 289 nacientes que, luego de casi 20 años de trabajo, llevan recuperados en el páramo Merideño.
Por eso Ligia es una piedra. De esas que, nos dice Clarac, cuentan los campesinos del lugar que destacan en el paisaje por encima de los demás, porque su fuerza es invencible y son protectoras de la montaña y su vida.
A buen seguro, la sabiduría vital que se encierra en sus acciones tiene mucho que ver con su condición de mujer. Leí una vez que los hombres que son verdaderos hombres, son en buena parte, mujer. Eso lo escribió mi esposo, a sus veintipocos en un concurso de cuentos de DAES, con un relato llamado “Vulcano”. Yo creo que eso es cierto, y por eso que la condición de piedra vital la podemos ver también en algunos hombres.
“Ahora hay una quejadera… el ay ay ay! … el ayayay no nos va a ayudar. Yo respeto mucho las religiones, las ideologías y todo, pero con la quejadera no vamos a llegar a nada, y yo con quejarme no voy a solucionar nada.”
“Nosotros hemos rescatado 289 nacientes. Tanto es el impacto que los mismos agricultores vienen y nos dicen: ‘mire Ligia, que recuperamos una naciente, y qué árbol nos recomienda que sembremos. No hay que lamentarse porque se secó. Ya sabemos cómo recuperarlo. La cosa no es quejarse porque se secó. Si un metió la pata… eso es normal, pero ya se sabe cómo recuperar esos humedales. Nosotros somos una red agroeclógica donde nadie se siente sólo. Porque cualquier cosa que uno va a hacer la conversamos entre todos. Todos estamos de la mano. si uno mete la pata, ahí está uno para tratarse con amor y respeto.”
Vi que Ligia nos habló de la arrogancia de quien cree que el conocimiento lo da el título (o los títulos), cuando nos relató una mala experiencia que tuvo en un evento. Ella no lo sabe, pero en esa confrontación entre castillos de papel de título, nos enfrentamos muchas a diario … Nos dijo:
“Fui a un evento, y habían dos presentaciones: una persona que tenía como cuatro doctorados, y yo, que soy campesina y ahorita coordinadora del Acar. Yo no soy nada más que eso. Pa’ qué uno decir que estudió? si estudió, estudió y punto. Lo que importa es el hacer. Qué hace uno diciendo que estudió? que hizo un doctorado? puros libros pendejos que al final no sirven para nada porque no los entienden. Pero entonces, anunciaron que hiba a haber la presentación del Dr. yo-no-se-qué pero que primero iba la ‘Sra Ligia Parra’. Cuando el Sr. escuchó dijo: ‘Yo lo siento, cómo me van a comparar con esa señora?’ Entonces en mi presentación le dije: yo quisiera preguntarle al Dr (no me acuerdo su nombre), cuántos árboles ha sembrado usted? tú crees que con esa pendejera de egos y con lo que Ud. me dijo… no me ofende, pero mire, aprenda! porque a Usted le falta tener humildad y ser un buen profesional, porque Ud. ética no tiene pa’un carajo!… y comencé mi presentación. Resulta que la gente se salió y se fué apenas terminó mi presentación y lo dejaron sólo”
“Hay gente que estudia pero para los egos: ‘yo soy’, ‘yo soy’, yo soy’. Pero uno tiene que aprender para hacer. Nuestro paso por esta tierra es así (chasquea los dedos)… es un suspiro ante el universo …. entonces pasa la gente en la vida llenándose de egos y de cosas… y a la final, llega el día en que le dan a usted y mire … se va!… hay que aprender ser uno de verdad. Eso es lo que queda. Debemos hacer las cosas porque el planeta nos necesita … y más nuestro país.”
Ligia trabaja en la escuela técnica del lugar, enseñando de agroecología a los lugareños… quizás mejor, ayudándoles a recordar lo que ya ellos saben, pero que han olvidado tras años de alienación y de colonización del conocimiento por patrones culturales que no les son propios, pero que se han apropiado de ellos.
Varios de los que asistieron a la recuperación de nacientes ese día, han sido o son sus alumnos. Pero todos la reconocen en su universo sabio y vital y se dejan llevar por ella.
Entrar al bosque que antecede su casa no es más que experimentar, de otro modo, una sensación vital de aproximarse a conocer todo lo que sus ojos han visto y lo que su mente ha leído de lo que sus ojos le han dicho. Un sincretismo hermoso, genuino, inocente … pero profundamente sincero que nos llama a aproximarnos en silencio por el paseo entre la carretera principal donde suben los troncales desde Mucuchíes a Misintá, y su casa, como quien llega a una reunión de gentes importantes y decididas a custodiar la seguridad del lugar.
Es que uno no entra a una reunión con escándalo … entra presentado por alguno de los asistentes, y en silencio para no disturbar el curso de la misma. Así nos pide Ligia que entremos en el bosque que la naturaleza le ha prestado para cuidar su casa … la de “los 7 amores y 3000 amantes”: en silencio. Un silencio que Otto Maduro llama “contemplativo” porque es un silencio activo, que se inicia para provocar a la mente, en ausencia de ruido, a alimentarse de lo que se percibe por cada uno de los sentidos: un espacio visto como acogedor, un suelo húmedo y vivo crugiendo bajo las botas que me eran útiles, aunque prestadas, el rumor del viento y la lluvia represada en las hojas … y los letreros que adornan, como collares, cada uno de los árboles divisados en la vereda que se extiende hasta el portal.
Hablar con Ligia me retrotajo a lomos de la melancolía al momento en que, a mis 18 años, estudiante de 3er año de Ciencias Políticas, una amiga me invitó a Bailadores. Su mamá, una mujer de curiosidad impenitente entonces, se empeñó en que conociéramos a Don Luis Zambrano. Esas frases que ahora re-visito en un librito editado con sus citas más conocidas, se repiten en mi memoria, mientras mis recuerdos vuelven a dibujar su sala y ese mural que él miró hasta con desdén, y donde reposaban todos los títulos Honoris Causa que le habían sido entregados. El suelo de su casa en cemento pulido, las paredes en acabado rústico … pero ahí estaban esos títulos.
Entendí que Zambrano no los quería ahí. “no tengo nada que demostrar, pero ellos insisten en darme títulos” nos dijo … “a mi lo que me gusta es enseñarle a la gente lo que puede hacer”. Yo, que entonces no sabía nada apenas de registrar información, sólo llevaba un bolígrafo con fallas para escribir en la contraportada de “Minutos de sabiduría”, libro de cabecera por esos años para mi. Y allí quedaron registradas algunas de sus frases.
Ligia es una matrona de nacientes, porque las matronas cuidan la llegada de la vida y con ésta, la preservación de lo que se es. La matrona es la génesis de la cultura del stewardship que es la base de la preservación del conocimiento (como expresión de la cultura), como un bien común. Como uno de esos elementos que son necesarios para la vida, como el agua o el aire. Ligia habita, con sus prácticas, en lo que es el ser paramero y como las piedras, no es posible que pase desapercibida.
Doña Ligia, como Don Luis son de esas piedras que, por obra de la vida, uno tiene la fortuna de conocer una vez… y reconocer desde siempre, cada vez que el mundo se gira para que uno se junte con esa cosmovisión que nos recuerda nuestra abosluta irrelevancia frente a la infinitud del universo … y lo crucial de nuestro papel para ayudar a emancipar almas de los aspectos coloniales que aún las subyugan.