Hace poco participé en una investigación articulada de modo militante en torno a las nociones e ideas fuerzas tras el activismo de conocimiento libre. La investigación la condujo Marianicer Figueroa. Lo que a continuación muestro es un primer relato de lo que ese ejercicio me mostró.
Contándonos
Nombrar en distintos escenarios, momentos, lugares y grupos, la necesidad de cambiar nuestra comprensión como ciudadanos/-as y colectivos, hacia lo técnico y lo tecnológico, y mirar con una visión algo más humanista estos temas que nos motivan a quienes nos asumimos activistas del conocimiento libre, es algo que me habita desde hace algún tiempo. Esa perspectiva que me parece apropiado nombrar como social hacia lo técnico, se centra en preguntar(me) sobre la situación secuestrada del conocimiento, pese a su condición natural de libre.
La pregunta, la construyo a diario desde distintos espacios en los cuales me sé en compañía con otros/-as. Con esas compañías también habito espacios donde nos dibujamos, contamos historias que nos han sido y nos construimos puentes porque nos reconocemos comunes.
Ese relatar historias, me ha revelado que llegar a conversaciones sobre conocimiento libre, desde preguntas algo más radicales que la búsqueda del mero dominio de aspectos técnicos, ayuda a comprendernos como parte inalienable de eso que somos y que denominamos vida. La relatoría en común de esos cuentos sobre secuestros naturalizados del conocimiento, es una suerte de rito al que llegamos cada cual desde el matiz con el que miremos al mundo.
En una conversación con otros, @mapologo comenzó a hablar de la libertad -1, entendida como la libertad de re-inventar, algo que no se obtiene de modo automático con la garantía de las otras 4 libertades del software libre. Pensando el conocimiento libre, confieso que esa re-invención sólo la veo posible con la oportunidad de reconstruir el rito del conversar y reconocerse como otro/-a, en el otro/-a. Creo que esa libertad en el conocimiento libre, ocurre luego de evidencia y disposición de nuestras limitaciones y contradicciones.
De cómo nos construimos en la voz del otro
He visto que una primera fase de ese rito de aproximación al conocimiento libre, pasa por aceptar que sólo es posible comprenderlo en su justa dimensión si se denuncia en compañía de otros/-as y si se observa, desde esa compañía el modo en el cual el secuestro del conocimiento emerge como una limitante común a nuestros diversos modos de ver lo que las cosas son.
Sentados/-as juntos/-as, exorcizamos temores y evidenciamos paradojas dentro de las lógicas institucionales. Nos mostramos como somos, con las contradicciones propias y construyendo esa pintura de lo que queremos ser en colectivo. Hemos desvelado nuestras miradas sobre las cosas, con convicción de que afirmar la naturaleza genuinamente libre del conocimiento es, finalmente un acto de reconocimiento de lo que cada uno es y viene siendo en y para el activismo.
Yo considero al activismo como un acto de irreverencia e impertinencia frente a lo que está establecido y debería cambiarse para beneficio de todos/-as. De otro modo, sería sofactivismo.
Nuestros abuelos y sus hijos, antes de que la división moderna del trabajo y sus agites, les sorprendiera, se sentaban a la entrada de sus casas a mirar pasar la vida al galope de la brisa vespertina. Se contaban la vida y se pintaban unos a otros, en sus conversas, contemplándola. Y pintándose a si mismos, se veían en los trazos del otro. Y al final de cada jornada, cada cual era, de algún modo, un poco el otro.
Los/-as activistas nos vemos y andamos juntos/-as, tras una pantalla, en un café, a través de correos electrónicos, blogs, posts, tuits, con notas de voz y con diseños en pantallas compartidas. Construimos mapas mentales mientras conversamos y evidenciamos los modos en que obramos en nuestro activismo. Aún sin reconocerlo, y quizás por eso es necesario reconocernos, en ese leernos, escucharnos y contarnos me he visto, y me veo en palabras de otros/-as. A veces también les veo mostrándome sus lecturas de lo que soy en mi activismo.
Descubro mis trazas en otros/-as.
Desde el activismo por las tecnologías libres, habilitamos conversaciones que ocurren a través de -casi- todos los medios posibles. Las entradas de nuestras casas son amplias y casi sin límites. Allí buscamos vincularnos desde distintas disciplinas, desprovistos casi siempre de limitaciones jerárquicas o burocráticas y a pierna suelta. Allí donde opere un reconocimiento entre nosotros/-as, podrá habilitarse también la construcción de espacios convergentes de acción como posibilidad tangible. Al rito no se llega del todo desnudos/-as, se llega con visiones propias, construidas desde el conjunto que somos, puesto que lo que cada activista es, habita de algún modo, en el/la otro/-a.
¿Cómo se ve al otro/-a en mi?
La cultura es mezcla y remezcla, y la cultura es apenas un trazo, una expresión, del conocimiento … y el Conocimiento un trazo de la cultura. Cultura que se pinta conociendo, conocimiento que se pinta cultureando.
¿Por qué, entonces, habría de terminar una conversación en el punto en que se interrumpe sin apenas efecto en lo que cada cual acaba siendo luego de ésta?
Nos sentamos en un café, compartimos un sandwich caliente y conversamos sobre lo esencial de cada cual en su cosmogonía y cosmovisión sobre lo que el conocimiento libre es y al final, debemos confesarlo, esas almas no son las mismas que se sentaron a narrar lo que creen opera como elementos cantantes en el panorama de los secuestros enunciados. Esas almas son lo que eran, y son un poco el otro. Opera un hermoso proceso de imbricación gracias al cual, cada uno trasciende en las creencias y saberes del/-a otro/-a. Soy un poco aquél/la con quien converso, y también el/la es un poco yo.
Hablamos cada cual con su voz, y contamos al otro sin verlo. Y he podido ver que mientras más empático es el vínculo, más genuina es la imbricación de los discursos, de los argumentos. Como un cánon emerge una nueva voz que siendo en parte mía, ya no soy yo … que siendo en parte suya, ya no es del/la /otro/-a. Ocurre una gestación, crecimiento y parto de eso nuevo que cada cual es luego de la comunión de causas en ese gran haber que logra albergarse desde el conocimiento libre y la lucha por su regreso a condición genuina de libertad, sumando voluntades a diario.
Es por eso que la causa de las semillas es mi lucha, la causa por la cultura libre es mi lucha, la causa feminista es mía, la causa de pedagogías dialógicas son mías también … y todas ellas me tienen a mi y a muchos/-as en su casa, la casa del conocimiento libre desde la cual es posible entender patrones y modos de su secuestro.
Sin embargo, la gracia de consumar reconocimientos mutuos entre activistas, pocas veces llega. Y muchas veces también se retrasa la magia de reconocernos como agua que fluye sin ser la misma que llega a cada lugar. No faltan las anécdotas de desencuentros en lo que resulta más importante en este rito, que es la emergencia de espacios de salvaguarda de la conversación como medio de compartir la pasión por el activismo.
A veces es evidente que mientras menos sintonía habita entre quienes conversan, más expoliador es el contexto en que esas conversaciones habitan y menos justicia se llega a hacer al ritual descrito.
Conversar siempre es un regalo que permite ver nuestros trazos en el/la otro/-a. Hacerlo sobre conocimiento libre nos abre la posibilidad de dibujarnos unos/-as en otros/-as y ver nuestros trazos en sus palabras.
Hoy día me siento despierta a lo que veo como mi traza en las palabras de otros/-as. Ya no sólo observo la traza de otros/-as activistas en mi, sino que me veo dibujada en sus palabras y oigo mi voz en sus escritos. Son un poco yo, tal y como yo soy un poco ellos/-as. Es algo que ocurre pese a que hemos crecido en prácticas sociales subyugantes que penalizan sistemáticamente la colaboración y el empeño colectivos.
Despierta, también me percato de lo intermitente de nuestras conversaciones. Penosamente, veo que, con mucha más frecuencia de lo que admitimos, los espacios para conversar entre activistas surgen por momentos accidentales más que por un cultivo premeditado o como rito cotidiano. Pese a que hablamos, a ratos nos des-reconocemos, pese a espacios de encuentros, a ratos nos des-convocamos y olvidamos las trazas de unos/-as en otros/-as para, finalmente, nos desdibujamos y regresarnos a las islas en las cuales hemos sido hijos/-as privilegiados/-as de una racionalidad primera individualizante y mortal para nuestra causa.
De la conversa como rito del encuentro, emerge un desafío manifiesto a la racionalidad que nos ha visto crecer formalmente como profesionales que voluntariamente han decidido emprender el camino de denunciar el secuestro del conocimiento. Del desmalezamiento y uso de todo espacio de encuentro que se abra, depende la deconstrucción de los paradigmas de los que venimos y a los que nos enfrentamos como activistas.