Hace dos años atrás, en el marco del V Foro Mundial de Conocimiento Libre, tuve la oportunidad de presentar una ponencia sobre lo que pensé era el inicio de una línea de trabajo sobre el “conocimiento libre”. Recientemente, he venido pensando en lo incipiente que quedó esa semilla (pese a tener acogida y réplica en varios espacios de divulgación de software libre como la revista Esentia Libre). Incipiente si, aunque he visto insospechadas réplicas en lugares como éste, las cuales celebro aun sintiendo que andan un poco extraviadas.
Y hete aquí que, finalmente entraré en materia.
De algún modo he venido insistiendo desde algún tiempo ya en que se cometen dos errores -muy graves desde mi punto de vista- al hablar de “conocimiento libre”.
- El primero de ellos tiene que ver con el uso de las cuatro libertades del software libre no sólo para describir el conocimiento (intangible) si no sobre todo aquello que, bien como individuos bien como grupo, pensemos debe ser “liberado”.
El argumento central es: “el conocimiento es libre porque se puede conocer, estudiar, modificar y difundir, al igual que el software libre”.
Desde mi punto de vista el uso de las cuatro libertades del software (las cuales deberán revisarse más temprano que tarde), en un contexto analítico sobre productos sociales como el conocimiento, le confiere a este último la cualidad de técnico, lo cual excluye del análisis al conocimiento no técnico, quizás peor, asume de modo ingenuo que todo conocimiento es técnico de modo intrínseco, lo cual no es cierto.
Por otro lado, al referirse -casi de modo exclusivo- al proceso de producción de software (desde el diseño hasta su distribución tal cual una cadena productiva “moderna”), las cuatro libertades pueden servir de sostén para un modelo económico y social que, desde una visión que busca el “conocimiento libre”, no resulta admisible: un modelo que no atiende a procesos de formación y generación de capacidades, al tiempo que desatiende el modo en que dicho proceso -tipo cadena productiva- ocurre. En otras palabras, el software será libre no sólo cuando cumpla las cuatro libertades sino cuando, además, tenga en su sustrato un modelo de trabajo que le permita ser sustentable en el tiempo, el cual no puede ser otro que el trabajo colaborativo, pero eso es otro tema y, además, es importante recordar que el que el software sea genuinamente libre, no garantiza que el conocimiento que lo sustenta sea “libre”.
- El segundo error que observo, es el hecho de asociar “libertad” del conocimiento con licenciamiento. El argumento aquí parece ser: “un documento digital o impreso puede ser distribuido con ciertos permisos (sobre su copia, distribución, modificación, reconocimiento de autoría, con/sin fines comerciales…) en virtud de estar amparado bajo una licencia libre”.
En los discursos que van y vienen, en las reuniones de trabajo, encuentros y foros, cada vez escucho más que la “libertad” debe operar sobre un producto cultural (digital o impreso) y se otorga formalmente hablando, en atención a su rúbrica bajo un cierto tipo o conjunto de permisos (licenciamiento). Allí ancha es castilla en términos de colores y sabores de licencias: GNU, GFDL, GPL, CC …. lo cual, lejos de ser una ventaja, es un problema.
El error, a mi juicio, comienza por asumir que el licenciamiento “libre” sobre algo que, finalmente, es propietario de ese licenciamiento (un documento, una partitura, un libro, p.e.), es un punto de llegada cuando, en el fondo, no debiera ser en este momento sino una mera estación de tránsito. El objeto no es transitar desde las licencias actuales a otras licencias (llamadas libres, pero licencias al fin), sino transitar de un modelo de licenciamiento a una sociedad sin licencias.
A mi modesto entender, no hacemos mucho en la asimilación de un modelo sobre el “conocimiento libre” cuando insistimos en hablar, de que deben operar permisos sobre el manejo de los documentos (por ejemplo), incluso los licenciados bajo cualquier esquema de licencias libres. Adicionalmente, el esquema de licenciamiento libre resulta muy limitado para dar cuenta de todos los productos culturales de una sociedad.
Creo que convocar el conocimiento desde la vestimenta de unas libertades acopladas al proceso de desarrollo y producción de software, o bajo el amparo de las licencias libres es, cuando menos, una acción conducente a un reduccionismo innecesario, puesto que de todos es sabido que el conocimiento y su generación siguen caminos escarpados, acumulativos, imprecisos en ocasiones, tortuosos en otras, pero en ningún caso son procesos que ocurren de modo lineal como es propuesto -o esbozado- por las cuatro libertades en la producción de software libre, o con una necesidad de ser licenciado como establecen las licencias “libres”. Amén de que no todo conocimiento es susceptible de ser enmarcado en ese orden de libertades del software, ni es factible de ser licenciado como ya se vio antes.
Hay, también, una tercera línea de abordaje para el “conocimiento libre” que se ve en algunas plazas y tiene que ver con el argumento de la vulnerabilidad que nos genera la incautación del conocimiento tras licencias y restricciones de uso, acceso y distribución. Ese argumento en estos momentos resulta, aunque necesario, insuficiente para dar cuenta de otros problemas que sin ser emergentes, resultan ser, a mi modesto entender, de atención fundamental por ser precisamente radicales, referidos a la matriz sobre la que opera el escaso accionar político de los ciudadanos, y su aún excesivo caracter pasivo en cuanto a la movilización y activismo sociales.
El ejemplo más común de estas vulnerabilidades arguidas en defensa del “conocimiento libre” es el de la industria farmacéutica: una enfermedad endémica (o incluso pandémica) que sólo puede ser curada con la utilización de vacunas y tratamientos que están patentados y cuya producción masiva sólo puede ser realizada bajo estricto cumplimiento de las condiciones establecidas por quien detenta la propiedad de la patente.
Pensando el tema de la vulnerabilidad como argumento, creo una de sus limitaciones viene dada por el hecho de que ocurre en espacios sociales constituidos y con sentido de comunidad, de pertenencia, con conciencia y arraigo, y que no estoy muy segura de que ocurra por igual en todas las sociedades y tal vez ni siquiera llegue a ocurrir en espacios de comunidades reducidas. En otras palabras, creo que la vulnerabilidad es una condición inherente a los contextos constituidos no a los emergentes… aunque la emergencia encierre, en si misma, una condición de riesgo para el mismo proceso de emergencia, creo que la vulnerabilidad atenta contra un orden emergente o emergido, constituyente o constituido.. Y aquí resuena una y otra vez la pregunta de ¿puede considerarse una sociedad emergente, constituyente (en emergencia, vamos) cuando no se observa en dicho proceso la configuración de un proyecto común?. Quizás me desvíe esta reflexión del tema, pero creo que las sociedades y comunidades, además de tener sentido de pertenencia y arraigo entre sus miembros, deben contar con las capacidades y vocaciones en éstos, para hacer posible el proyecto definido … esta condición: las capacidades y vocaciones de hacer comunidad y sociedad, son cada vez más extrañas en nuestros entornos… creo que resolver esto pasa por un proceso de formación urgente y prioritario por encima de la resolución de la “liberación” del conocimiento basada en el establecimiento de permisos (licencias “libres”).
Los errores antes mencionados creo que nos conducen, lamentable e irremediablemente a una visión reducida y reduccionista sobre el “conocimiento libre” que se sustenta en tres razonamientos:
- El conocimiento es libre cuando puede conocerse, estudiarse, modificarse y difundirse;
- El conocimiento libre requiere de una licencia especial, y
- Cuando el conocimiento no es libre afecta la estabilidad de la sociedad (sin entrar a valorar si esta condición ocurre o no) y nos pone en riesgo.
Creo que, como he dicho en otro lugar, la tarea es hacia la emancipación del conocimiento y no hacia algo como el “conocimiento libre”. Quizás más de fondo sea hacia el conocimiento como emancipador y emancipante (si tal cosa existiera), del quehacer humano. Genuinamente, hemos dicho en este mismo blog, el conocimiento es “libre”. Sin embargo, el conocimiento no es, en sí mismo emancipado, pues sabemos que los procesos a través de los cuales el ser humano se acerca una y otra vez a sujetos y objetos de conocimiento está mediado por condiciones que lo incautan y que no han sido alteradas para tener un efecto distinto a éste. Es por ello que acometer la tarea de la emancipación del conocimiento no es compatible con una óptica exclusivamente legal-normativa, la cual resulta insuficiente e insostenible si antes no se acomete para ello la formación ciudadana que hemos esbozado someramente antes.
Esta labor, la de la formación para la ruptura con la dependencia o subordinación es algo que trasciende las leyes y las licencias, aunque eventualmente requerirá -en situación de tránsito- la presencia de leyes y licencias; y que sin duda nos impone una reflexión sobre la condición que tiene una sociedad fundada en relaciones de dependencia y subordinación de distinta naturaleza con respecto a entes, condiciones y hechos que, en muchos casos, son desconocidos, ignorados y no reconocidos por la mayor parte de los ciudadanos, y cuyas consecuencias son imperceptibles, pese a su gravedad.
De modo que la visión de la búsqueda del “conocimiento libre” -en la que también he caído personalmente antes, aunque comienzo a reivindicarme desde hace algún tiempo- no resuelve el problema porque, incluso, no posibilita que se revelen sus preguntas y se erija el ciudadano como ente formado -o en ese proceso- frente a la trinchera activista de quien no sólo señala pajas y varas, sino también es capaz de ajustarlas.
Y en este camino,¿dónde quedan las instituciones políticas y los entes públicos?.. lamentablemente quedan, a mi juicio, irreconocibles, no reconocidas.. desdibujadas o inexistentes. Los ciudadanos no parecen reconocer en esta labor a instituciones como las universidades pues su discurso, en general, sigue alejándose de cuanto ocurre y restringiéndose a un entorno y lenguaje sólo comprensible por grupos reducidos de entendidos. Además, tampoco parecen reconocer a entes públicos gubernamentales, pues aunque estos están avocados en los últimos tiempos en mostrarse en romance -a veces inestable- con ideas como el software libre, siguen siendo muy limitados los avances en el acceso a la información que debe ser pública.
Hacer del conocimiento un hecho emancipado y emancipador, finalmente, dadas nuestras condiciones de subordinación y dependencia, comienza siendo un proceso para no terminar … y para formar.
Hola,
Yo creo que es conveniente hacer una distinción entre medio y contenido.
Por que de hecho el conocimiento no puede ser libre, es un bien intangible que puede utilizarse para diferentes objetivos. Es libre que el puede decidir, y el que decide es el ser humano.
Cuando se habla de conocimiento libre se habla del medio o la forma, pero no del contenido; por esto no veo asociado el software libre por ejemplo, a modos de producción que no se focalizan en la formación. Me parece que sos cosas bien distintas como se trabaja con el conocimiento y la forma en que se distribuye.
El enfoque que se le debiera dar al conocimiento es otra discusion que poco tiene que ver a mi entender con la forma de distribucion del mismo; aunque si es cierto que para una sociedad emancipada el conocimiento deberia ser libre y de funcion social.
Hola!, no entiendo bien la intangibilidad del conocimiento como un argumento para su condición de “no-libre”. De hecho, creo que hablar de que puede usarse en diferentes objetivos es contrario a la afirmación de que “el conocimiento no puede ser libre”.
No me queda claro por qué reducir todo a “formas” y “medios”, y dejar a un lado el contenido. Pienso que el acceso abierto y libre a fuentes de conocimiento hace, hará, que éste, finalmente, cambie en su contenido … ¿no?
Saludos!